Mi posición teológica referente a este tema, es que esos predicadores están ¡Locos!.
Jajjj.
Mi pastor escribió esto a propósito de las mega Iglesias.
OCT 3
¿PERSONAS O MULTITUDES?
A propósito de las
Mega-iglesias..
.
“Jesús tuvo la opción de elegir entre las multitudes y las personas y todos sabemos qué eligió”.
La elección
Nunca ha habido en toda la Historia alguien que tuviera el poder de convocatoria que tenía Jesús. La sabiduría con que hablaba, los milagros extraordinarios que hizo, la autoridad y humildad fundidas en su personalidad, la compasión por los desvalidos, la autoridad frente a las leyes de la naturaleza. La seguridad personal, la cosmovisión de la vida y del ser humano, su mensaje de trascendencia eterna y su carácter pleno de atributos dignos de imitar, son elementos sencillamente, incomparables.
Él podría haber tenido la congregación, iglesia o ministerio más descomunal e impresionante de todos los tiempos, sin embargo... Él escogió a “doce”.
Dedicó e invirtió la mayor parte de su tiempo en esa “pequeña iglesia de doce miembros”.
¿Por qué haría eso?
Una de las muchas razones, es que decidió “plantar su semilla personal” en el ADN de cada uno de sus discípulos. Fueron alrededor de mil días de relación íntima y personal. De conocerlos y que le conocieran. De aprendizaje y práctica inmediata. Fueron más de tres años viviendo cada día cerca de él... oyéndole, mirándole, tocándole. A la luz de esta “práxis formativa”, eso hace casi imposible que la “copia” se aparte mucho del “original”.
Cada discípulo que estuvo con él, salió muy parecido al “original” que era Jesús. La mejor definición de estos discípulos, la dieron los gobernantes y líderes de Jerusalén:
“... y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4.13)
El contacto, una necesidad
Una iglesia basada solamente en lo numeral y en los eventos que “fabrica” no permite este tipo de relación. Hay miembros de muchas iglesias que nunca le han podido dar la mano a su pastor. Es más, sé de muchos líderes que nunca se han sentado a comer ni siquiera un sándwich con su mentor principal. Los programas, metas y actividades ministeriales han dejado de lado el “contacto” personal entre líder-discípulo. Los resultados son más importantes. El poder de concentración de personas, la exhibición de obras, templos, y organizaciones son lo único que se evidencia como esfuerzo conjunto de esos ministerios.
La palabra “iglesia” ya no se usa. Ministerio suena mejor, parece más “cool” o interesante. El cuadro que contemplamos nos muestra una sola verdad:
“La empresa se ha comido a la iglesia”.
Las preguntas claves de toda esta reflexión es:
· ¿Dónde están los doce?
· ¿Dónde está la congregación de los fieles a Dios, fieles al evangelio que recibieron y leales al líder o pastor que los abrazó, amó y discipuló?
La desaparición o “perdida” de ese tipo de creyentes en esas mega-iglesias, es sinceramente, preocupante.
Características
En este tipo de “iglesia-empresa” veo ciertas características que invitan a serias consideraciones:
· Por ser una “organización” imponente en dónde todo está medido, filtrado y planificado, las personas tienden a “minimizarse”. El valor personal de cada uno de ellos está determinado y pasa por un orgulloso sentido de “pertenencia” a esa estructura ministerial.
· Si te ausentas, nadie te extraña o echa de menos. Si lo averiguas, te enterarás que estás en la Lista de los “N.N.”
· No te conocen por tu nombre. “El Señor te conoce tal como tú eres”, es la prédica-excusa que debe tranquilizarte.
· El status de “líder” es la cima que persiguen casi todos en esta carrera. Esta palabra: líder, hace la diferencia y “metamorfosea” a un sencillo creyente, en un “ejecutivo del ministerio”.
· Los “ejecutivos ministeriales” son los que toman decisiones por ti. No te aconsejan, solo te informan.
· En esos “ministerios” se privilegia la tarea con sus resultados y nunca a las personas. Las “metas” a alcanzar son la única razón de estar ahí.
· Eficacia y Eficiencia son las palabras más mencionadas en esos ambientes.
· El tiempo siempre corre detrás de ellos. Nunca tienen tiempo para compartir con otros.
· Son “eventistas”. Viven de actividad en actividad o de evento en evento. Lo llamativo y triste es que la “saturación” es una enfermedad que casi todos ellos comparten.
· Cuando te saludan lo hacen mirando algún horizonte o un lugar que está más allá de ti. Algo o alguien siempre los está llamando.
· Sus intereses, son “sus intereses”. Rara vez son compartidos por la mayoría. “Cerrar filas” en torno al interés principal del “ministerio” o del líder principal, es lo que más se enseña y practica.
· Las “reuniones a puertas cerradas” son cotidianas y por ende de inaccesibilidad total. No se han dado cuenta cómo duelen esas puertas cerradas.
· El motivo principal o el último resultado a conseguir por esas mega-iglesias... solo Dios lo sabe.
Una iglesia así, increíblemente resulta atractiva, y creo que en parte esto se debe al profundo síndrome de soledad que se puede ver en nuestra sociedad. Sociabilizar, participar en “algo que les motive”, ser parte de un equipo, aunque sea solamente para “aplaudir”, ya es suficiente. Aunque el problema subsiste, y es el mismo que tenía Job en la antiguedad -una triste soledad-, cuando suspira y exclama desde muy adentro:
“Si tuviese cerca de él algún elocuente mediador muy escogido...” (Job 33.23)
Ministración pastoral
Pastorear es algo muy diferente. Es apacentar, que quiere decir: “conducir a pastos”, es llevar las ovejas a los abrevaderos naturales, pero necesarios, es cuidarlas de los depredadores comunes, es ungir con “aceite” sus cabezas para espantar a los “mosquitos” que tienden a hacer sus nidos en sus ojos liberándolas así de una infección que más tarde las podría enceguecer, etc. En palabras aún más simples: Pastorear es un asunto que demanda y exige atención personalizada.
Cuando la “persona” es suplantada por la “función o el cargo”, el cuadro se hace más “virtual”. Allí aparecen las “comunicaciones por escrito”, los mensajes vía internet o por telefóno. La “distancia" se impone en la relación y la “cercanía” personal se transforma en una cuestión secundaria. Esto tiene un nombre para mí y es “comunión a control remoto”.
Una cosa es la posición que ocupamos en el Cuerpo de Cristo, otra es el nivel de influencia con que afectamos la vida de otras personas. La comunión en el Cuerpo de Cristo no anula, ni debe anular, la calidad de miembros que somos en él. Mejor aún, se potencia aún más. No todos los miembros del cuerpo son iguales en función, pero sí son todos iguales en valor e importancia ya que todos poseen su identidad corporal. Pertenecemos a Cristo.
Unos predican, otros enseñan. Unos administran, otros profetizan. Unos dirigen, otros interceden. Todos sirven en el cuerpo. Ubicarnos en nuestra función, desarrollar nuestros dones, talentos o habilidades, y usarlos para edificar a la iglesia, es y será la meta más elevada en la vida cristiana.
¿Predicación o ministración?
Años atrás, estando en la ciudad de Miami, asistí a un Congreso Apostólico y Profético y el expositor principal nos hizo la siguiente pregunta:
¿Le has preguntado a tu iglesia o congregación que tú pastoreas, qué más prefieren ellos, si quieren que les prediques, o quieren que les ministres?
Te sorprenderás que la respuesta de la mayoría es: ¡Que nos ministre!
¿Qué es ministrar?
Ministrar es ungir, es dar una palabra personal, es tocar con la unción de Dios, etc. Esto nos señala que la gente, la iglesia, que es el conjunto de personas que se reúnen en el nombre de Jesús, lo que más anhelan y necesitan es “un toque de Dios” a través de nuestras manos.
Nunca olvidaré las palabras de un hermano que muy emocionado me dijo una vez: “Pastor, gracias por su ayuda, nunca pensé que usted se preocuparía tanto por nosotros. La verdad es que le estoy muy agradecido”. ¿Que le había hecho yo? Casi nada. Simplemente, había ido con mi esposa a visitar al hospital a su esposa cuando estuvo gravemente enferma. Recuerdo que no fueron más de 30 minutos en todo el trámite de ir allá. Y no fueron más de cinco minutos los que estuve con ella, para orar por ella, ungirla y besar su frente. Y eso cambió toda una lejanía personal en cercanía y amistad que hasta hoy puedo disfrutar. Allí supe del valor que los demás le dan a la ministración pastoral.
¿Qué fue lo que realmente hice? Sencillamente: La toqué
Una relación que importa
Hablando de las Leyes del Liderazgo, John Mawell dice: “ A la gente no le importa cuánto tú sabes, sino, cuánto te importan ellos en verdad”. Yo podría añadir: “Cuánto les amas en verdad”. En otras palabras, una relación sin amor, (por mucho que la espiritualicen), es una obligación que más tarde o más temprano nos sacudiremos de ella. Y yendo un poco más allá, todos sabemos que un amor a la fuerza, no es amor.
La inmensa necesidad que tenemos de ser amados es impresionante. Lo que menos tenemos y lo que más necesitamos es Amor. Usted podrá olvidar los mensajes y enseñanzas de cientos de predicadores y maestros que ha escuchado, pero nunca olvidará ese acto de buena voluntad recibido, ese abrazo de afecto entrañable que le dieron ante el dolor de una pérdida, esa ayuda oportuna revestida de amor desinteresado que alguien le expresó alguna vez, eso no se olvida. Las palabras, en este sentido, se las lleva el viento y solo queda el recuerdo del amor recibido.
Canciones románticas
Hace poco hice el siguiente descubrimiento que me gustaría humildemente compartirlo con usted (un descubrimiento que por lo menos para mí lo fue):
Oiga canciones románticas de cualquier tiempo, especialmente las canciones latinas, (las baladas son mis preferidas) y en casi todas ellas encontrará expresada con mucha emoción y sentimiento, lo siguiente: “pérdida, distancia, separación o muerte”. Increíble, pero cierto. ¿Por qué será?
Mis cantantes favoritos se hicieron famosos con bellas canciones en dónde su letra revela que lo que más buscan las personas, anhelan y reclaman es amor. El problema –si es que se admite como problema-, es que más de alguna de esas canciones me identifican, interpretan o reflejan lo más íntimo de mis temores y sentimientos ocultos y los saca a la luz con una hermosa melodía. (Por supuesto, se que con este ejercicio estoy señalando el pasado personal de muchos). Nuestros corazones lloran y gritan con la intención de “recuperar ese amor perdido” a través de una canción que a veces se hace hasta deprimente.
La poesía y la prosa cantada no es nada más que un romanticismo inundado de dolor por lo que no tenemos y anhelamos: Amor.
Si es tan importante el amor entre los seres humanos ¿Por qué razón no es lo primero que debiéramos cultivar en nuestras iglesias?
En una congregación multitudinaria será muy difícil encontrarlo. Lo personal se sumerge y desaparece en el río colectivo de las mayorías.
Un verdadero hombre
Siendo estudiante en la Secundaria, recuerdo con mucha claridad las enseñanzas de mi profesor de Filosofía, una de ellas se refería al proceso de la vida que involucra la infancia, adolescencia, juventud y adultez, desembocando en los requisitos necesarios para alcanzar la Madurez Personal y nos dio una definición que me impactó, según él, acerca de lo que era o debería ser, un verdadero hombre:
“Un verdadero hombre es aquel es capaz de amar y de ser amado y el único que hemos visto en la Historia es Jesucristo”.
Con todo, mi anciano docente, no se declaró jamás cristiano, pero aún así podía advertir a Cristo como modelo del hombre perfecto que había pasado sobre la faz de la tierra. Para meditarlo, pienso yo, puesto que siendo Jesús el molde a seguir, lo que menos apreciamos en muchos líderes evangélicos es algún parecido a él.
Amamos, pero no somos amados. Nos aman, pero no amamos. Una contradcción vital, pero es la triste realidad que he advertido en los liderazgos históricos que he estudiado. Respetados, temidos, admirados, envidiados u odiados, es una constante de los dirigentes sociales, políticos y religiosos en todo el mundo. En ninguno de ellos se funde el amor que Jesús tuvo por los suyos y aún los suyos le tienen a él. Es la sinfonía del amor que se da, y el amor que se recibe. En Teología se entiende esto como el amor de “beneficiencia”, el que recibimos de él, y el amor de “complacencia” que él siente al amarnos. La respuesta natural y espontánea de quienes han sido alcanzados por ese amor, es amarle a él con todas las fuerzas del corazón. Su amor no tan solo nos hace bien, sino que también nos hace sentir bien.
De entre la multitud a ser persona
La “multitud” necesita “salir de ella” para encontrarse con la persona que se esconde en el auto-anonimato y venir a ser alguien con nombre, con gustos y universo personal. Y eso es precisamente lo que Jesús hizo: “Nos miró”.
“Mirando a la multitud tuvo compasión de ella...” (Marcos 6.34).
Ese “mirar” de Jesús es “advertir”, es tenerlos en cuenta. Es no seguir de largo, es detenerse y poner atención personal en aquellos que se hallan escondidos entre la multitud. Ahí comienza y podemos advertir, el ministerio vivo y eficaz del nazareno incomparable. ¿Cuántos estarán siguiendo sus pìsadas?
El evangelismo relacional no existe en esos ministerios. Las multitudes los aprietan u oprimen, pero nadie saca algo de ellos. No hay unción de sanidad para el “anónimo”.
Charles Sheldon en su libro “En sus pasos” -escrito en 1897 y que vendió más de 15 millones de copias-, hace la misma pregunta que podríamos hacernos nosotros ahora: ¿Qué haría Jesús en nuestro lugar?
La respuesta es simple y la dije al comenzar este comentario: Escogería a “doce”.
AGAL.- (130906)
Publicado 3rd October 2013 por Ángel Aránguiz L.Última edición por MANUEL HUENCHUN el Lun Ene 16, 2017 2:15 pm, editado 2 veces