Por lo general de este versículo estamos más familiarizados con la segunda parte, la que habla de las añadiduras.
Toda mi vida me sentí incompleta. Cargué con esa sensación por más de 50 años, y ya me era muy familiar, de tan permanente y constante. Apenas si era consciente de eso, excepto por la tendencia que tenía a la depresión.
Siempre quise ser una exitosa esposa y madre, pero debido a mi incapacidad para tomar buenas decisiones, y a tener problemas para ser paciente, terminé quedándome sola con cuatro hijos. Gracias a Dios que mi madre me ayudó a tener una carrera, y por ende, un buen trabajo como profesora. Aunque nunca nadamos en la abundancia económica, tampoco nunca nos faltó nada.
Aún en esa época feliz y satisfactoria, durante esos [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], y aunque indudablemente que ellos llenaban mis aspiraciones como madre, siempre me sentí incompleta debido a mi soltería.
En realidad, esa sensación la aceptaba como algo natural... Después de todo,
así que en realidad no luchaba mucho contra esa sensación; en el fondo sentía que era algo que Dios sólo atenuaría, pero que no desaparecería. Así que sí... clamé y derramé muchas lágrimas cuando la sensación de soledad apretaba... Y ciertamente que el Señor sí que la atenuaba. Pero no desaparecía, y era bastante incómodo pues me hacía ser muy consciente de mi soltería sobre todo en las reuniones sociales de la iglesia, en las que la mayoría de las hermanas se encontraban con sus esposos, o las que estaban solas eran por lo general mujeres mayores viudas... Yo no sólo estaba joven. Estaba sola, y además yo había dejado a mi marido. Así que ni siquiera me sentía con el derecho de pedirle un marido a Dios. De manera que me resignaba a la sensación de estar incompleta, por una parte como una consecuencia lógica a mis malas acciones, y por otro lado, a una situación normal y lógica dada las circunstancias. Llegué a decidir ya no asistir a las reuniones de la iglesia, pues la sensación de estar incompleta era demasiado dolorosa, y no sabía cómo lidiar con ella.Génesis 2:18a escribió:Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo;
En algún momento de este año volteé hacia atrás, y para mi sorpresa fui consciente de que ¡habían pasado ya veinte años de estar sola! Me di cuenta que ya no soy joven, y de pronto entré en pánico: ¡qué va a ser de mí los próximos años que el Señor me permita vivir! Vi frente a mí oscuros días de soledad, acompañada de esa insidiosa sensación de estar incompleta...
Duré varios días en shock. No creo que alguien se haya dado cuenta de lo perturbada que estaba; pero cuando llegaba a casa, me postraba de rodillas y clamaba y lloraba y suplicaba... pero no sabía ni qué ni cómo pedir nada a Dios... Sentía que ya había pronunciado todas las plegarias, y sin resultado alguno. ¿Cómo podía yo decirme seguidora de Cristo, si cargaba con tamañas ataduras?
De pronto el Espíritu Santo me iluminó el cerebro. Me di cuenta de que no había obtenido respuesta porque en realidad no había pedido como debía. Bueno, sí había pedido, había pronunciado las palabras, pero en realidad, no las creía. ¿Y cuáles eran estas palabras?
¿Y cómo que no las creía? Mmmh... tal vez no es que no las creyera, sino que en realidad yo no quería eso. Yo quería que Dios me diera un esposo, ésa es la realidad. Yo oraba de los dientes para afuera, porque en el fondo yo no quería que el Señor me tomara en serio eso de "no necesitar a nada ni a nadie".Graciela escribió:Padre, suple tú todas las áreas de mi vida. Sé tú mi esposo, mi padre, mi hermano, mi amigo, mi consejero, mi todo. Que yo no necesite a nada ni a nadie.
Este pensamiento me golpeó tan fuerte, que tumbó la venda de mis ojos. Eso me permitió asomarme un poco a la Grandeza de Dios, Su Poder, Su Inmenso Amor, Su Fidelidad, y sobre todo su inmensa Misericordia. Entonces cambié mi oración por ésta:
¡Zaz! Casi instantáneamente pude sentir cómo esa sensación de llenura me inundó hasta el tuétano de mis huesos.Graciela escribió:Dios Todopoderoso, te he pedido miles de veces que tú suplas todas mis necesidades; pero en realidad no he deseado que lo hagas. En el fondo he deseado tener un esposo. Ya me di cuenta que por mí misma nunca podré llegar a experimentar esa llenura de Ti. Oh, sé que puedes llenarme, y lo haces. Pero yo necesito sentirlo, para poder voltear hacia el futuro con gozo, alegría y sobre todo, con fe. Sólo tú puedes llegar a donde yo no he podido.
Al día siguiente que abrí los ojos, volteé al techo y pude percibir en mi pecho esa sensación de expectativa, emoción y entusiasmo por lo que traería el nuevo día... y el siguiente, y el siguiente, y el siguiente... De pronto me di cuenta que me sentía como una exploradora de nuevos mundos, nuevos caminos, nuevas sendas... Le di gracias a Dios, esperando en mi corazón que esta sensación fuera permanente.
Han pasado dos meses desde entonces, y por más que volteo para los lados, para atrás, para arriba y para abajo, no veo ni siento y sé que ya no está la pesada sensación de soledad y de estar incompleta. ¡No fue un emocionalismo! Es uno más de los milagros maravillosos que el Señor nos concede a sus hijos cuando realmente ponemos en práctica eso que
Como dije al principio, me di cuenta que por lo general uno busca primero las añadiduras, y poco caso le hace a la primera parte.Mateo 6:33 escribió:Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Cuando llegué a este punto, traté de explicarle a mi nuera Liliana cómo percibía yo ahora este versículo bíblico. No encontré más que ponerle un ejemplo con algo a la mano. Pido disculpas si no es un buen ejemplo; y espero en Cristo que sí lo haya sido para ellaMateo 6:33 en Versión Traducción al Lenguaje Actual escribió:»Lo más importante es que reconozcan a Dios como único rey, y que hagan lo que él les pide. Dios les dará a su tiempo todo lo que necesiten.
Este chile verde está completo. Tiene el rabito, por dentro tiene las venas y las semillas, y por fuera la cubierta está intacta. No le falta nada, no necesita nada para poder cocinar con él. Eso es estar completo. Lo demás serán añadiduras, como por ejemplo, si lo ocupas asado, pues tendrás que buscar la manera de quitarle la piel exponiéndolo al calor por un rato. Si lo quieres en rajas, tendrás que pelarlo y reducirlo a tiritas. Ésas son las añadiduras.
Sin embargo, si el chile no trae rabito para poder asarlo al fuego, necesitarás usar unas pinzas para poder voltearlo. Si tiene una parte podrida, no servirá muy bien para poder rellenarlo de queso o de carne, pues la cubierta estará incompleta. Le faltarán en este caso el rabito o una cubierta completa; si este chile pidiera un rabito, eso sería una necesidad, y si se le otorgara el rabito, eso no sería una añadidura: eso sería algo que le hacía falta al chile.
Así es como nosotros debemos sentirnos respecto de Dios: como que estamos completos en Él, para que así lo que nos proporcione el Señor sean realmente las añadiduras, lo extra. Si no nos sentimos completos, si siento que me falta el carro (por ejemplo, llevo más de un año sin carro), entonces el carro no sería una añadidura, y yo no lo sentiría como tal.
¿Y cómo sentirnos completos en Cristo? La verdad, yo no sé si tú ya lograste sentirlo, pero como te puedes dar cuenta, a mí me costaron más de 50 años encontrar la forma de pedirlo, y después, de experimentarlo. En mi caso muy particular, fue algo que Dios tuvo que hacer por mí; yo nunca fui capaz de lograr experimentarlo por mis propias fuerzas, aunque creí pedirlo muchas veces, y creí que lo hacía de la forma correcta.
Glorifico al Señor por esta sensación de llenura y "completez" que me acompaña ahora permanentemente. Lo agradezco como una muestra más de su Gracia infinita, y reconozco que solamente Él logra que esta sensación no desaparezca. Dependo absoluta y totalmente de Él. ¡Gracias, Papito, por tu mano fuerte y tu brazo extendido con los que siempre vas por mí a donde quiera que me encuentre!