Plantando la Eternidad

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    [Debate] El doble discurso... La ideología de los tiempos modernos.

    Graciela
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    Mensaje por Graciela Miér Abr 27, 2016 12:30 pm

    Romanos 2:13 escribió: porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.
    [Debate] El doble discurso... La ideología de los tiempos modernos. Lobo_010
    Hace unos veinte años, casi recién llegada a la Secundaria donde trabajé por el resto del tiempo hasta jubilarme, me sucedió una anécdota muy reveladora.

    En aquel entonces yo misma mecanografiaba los exámenes en un stencil
    [Debate] El doble discurso... La ideología de los tiempos modernos. Stenci10
    usando una máquina de escribir que no era eléctrica
    [Debate] El doble discurso... La ideología de los tiempos modernos. 37411610
    para luego imprimirlos en el mimeógrafo.
    [Debate] El doble discurso... La ideología de los tiempos modernos. Mimeog10
    Este procedimiento tenía un pequeño inconveniente: que si me equivocaba, la forma de borrar era utilizando un "corrector", que era un líquido (tipo pintura de uñas) que "tapaba" la perforación hecha con la máquina en el stencil
    [Debate] El doble discurso... La ideología de los tiempos modernos. Stenci11
    lo cual era engorroso, porque tenía que esperarme un ratito a que se secara para poder mecanografiar encima del "parche".

    Como el Señor siempre ha puesto en mí la conciencia del ahorro de papel, cuando los exámenes eran parciales, procuraba que quedaran cuatro o cinco exámenes en el mismo stencil. Yo les llamaba los "mini-exámenes".

    En aquel entonces la copiadera no era un problema que me inquietara, por lo que los dos, tres, cuatro o cinco exámenes que quedaran en el stencil, todos los hacía iguales. Por lo general eran exámenes de correlación
    [Debate] El doble discurso... La ideología de los tiempos modernos. Image010
    o de opción múltiple
    [Debate] El doble discurso... La ideología de los tiempos modernos. Examen10

    El examen que estaba mecanografiando en aquel momento era un examen de correlación de columnas.

    Cuando estaba mecanografiando el segundo examen, me di cuenta que la columna de las respuestas no era exactamente igual que la del primer examen: sólo la primera respuesta (la número 1) era igual, pero de la 2 en adelante (y ya llevaba como cinco) me había brincado una respuesta, así que no coincidían. Para que fueran idénticos era cosa de borrar tres o cuatro respuestas ¡qué engorro! Entonces decidí escribir la respuesta 2 del primer examen (que fue la que me brinqué) a lo último, es decir, en el número 10.

    Y cuando comencé a mecanografiar el tercer examen (cupieron tres en ese stencil), decidí realizar el mismo procedimiento: sólo la número 1 coincidía con los dos primeros exámenes, y a partir del número 2, desordené las siguientes respuestas.

    No lo hice con segundas o terceras intenciones; sólo comenzó porque me negué a invertir tiempo en borrar el error que había cometido.

    Luego de terminado el stencil, me di a la tarea de imprimir los exámenes, y enseguida a recortar las hojas en tres partes. Hice los bultos de exámenes por grupo, y al día siguiente los apliqué a los alumnos.

    Cuando volví a casa con los exámenes contestados, comencé a revisarlos. Cuando llevaba unos pocos del primer grupo, me percaté de un fenómeno muy curioso: había varios exámenes que tenían 1 de calificación, pues sólo estaba correcta la primera respuesta. De momento no atiné a encontrar la causa de esta coincidencia tan extraña, hasta que recordé el pequeño incidente del error en las respuestas, y cómo los tres exámenes habían quedado con claves diferentes.

    Ah, deduje entonces que los alumnos habían copiado creyendo que, como siempre, los exámenes eran iguales. Me sorprendí de la agudeza de estos jóvenes, pues yo procuraba vigilarlos estrechamente para prevenir que copiaran; y he aquí que un buen número de alumnos de este grupo habían copiado sin que yo me diera cuenta, pero ellos tampoco se percataron de que yo los descubriría tan fácilmente. En el resto de los grupos sólo encontré uno o dos exámenes con el mismo resultado. ¿Conclusión? Era en ese grupo donde hubo cinco o seis exámenes con 1 de calificación donde se había dado el mayor índice de copiadera. ¿Pero cómo? me pregunté yo.

    Entonces al llegar al día siguiente con ese grupo en particular, antes de entregarles los exámenes, y habiendo separado previamente los del 1 de calificación, les pedí que se fueran poniendo de pie mientras que yo mencionaba los nombres de los dueños. Todos los que se fueron parando quedaron alrededor de una de las mejores estudiantes del grupo. Misterio resuelto.

    Entonces les dije: "Todos ustedes le copiaron a esta joven". La jovencita sólo bajó la mirada avergonzada por haber sido sorprendida, pero los otros tuvieron la desfachatez de negarlo y hasta hacerse los ofendidos. Ellos aún ignoraban cómo es que yo los había descubierto. Entre los copiones estaba la hija de una de las secretarias de la Escuela.

    Después de intercambiar comentarios y argumentos y de repetidas e insistentes protestas de ellos, y por supuesto después de haberles informado cómo es que los descubrí, no les quedó más remedio que aceptarlo, no sin antes pasar por la vergüenza de haber mantenido abiertos los ojos y la boca volteando alrededor, en un intento de convencer al resto del grupo de que ellos eran inocentes, y yo era una maestra prepotente que los estaba calumniando. Y también luego de que la joven estudiante reconociera que sí les había permitido copiar de su propio examen, en el cual ella sacó 10.

    Entonces mi veredicto fue que les iba a quitar ese único punto que habían obtenido, porque ni ése les correspondía; les avisé que tenían cero en ese examen parcial, y además, les ordené que escribieran en su examen un recado a sus papás reconociendo que habían copiado, y que ni siquiera habían verificado que las respuestas coincidieran con las preguntas.

    Todos los padres firmaron de conformidad, y tuvieron la decencia de no acudir a hablar conmigo. Todos excepto la secretaria. Esta joven mujer tuvo el atrevimiento de abordarme en la primera oportunidad que tuvo cuando me vio en la Dirección de la Escuela, para reclamarme por qué había puesto en vergüenza a su hija, y que además era injusto que le pusiera cero; reclamaba el 1 de calificación de su hija, y ¿cuál era su argumento? ¡Que todos lo hacían, que no era justo que la agarrara contra su hija nomás! No pude convencerla; se rindió bajo protesta contra el cero de su hija porque "después de todo yo era la maestra y podía hacer lo que me viniera en gana".

    Esta misma mujer, pocos años después, se unió a la queja de las demás secretarias cuando el gobierno comenzó a aumentar el sueldo de los maestros, y no el de las secretarias. Solicitaba ayuda de los demás compañeros docentes para que apoyáramos sus demandas como personal de apoyo, en contra de las arbitrariedades de los sindicaleros y de las autoridades de la SEC.

    Esta misma mujer, que no fue capaz de enseñar a su hija un mínimo concepto de la responsabilidad, exigía y sigue exigiendo que el resto del mundo cumpla con sus responsabilidades ante ella como trabajadora.

    Estoy leyendo un libro llamado "¿Qué hace a un hombre ser un hombre?" Y ahí leí esta frase:
    ...los estudiantes de la escuela secundaria que engañan en los exámenes se convierten en mecánicos de aviones de pasajeros que falsifican informes de mantenimiento.
    Y yo le agregaría "...y en cirujanos cardiólogos".

    En otra ocasión tuve un alumno que comenzó a faltar un día, dos, tres... Como a la semana llegó el justificante de Trabajo Social: El niño tenía hepatitis. En todos esos días, y las semanas siguientes, la madre no se presentó a la Escuela, y por supuesto tampoco el niño, que estuvo ausente como dos meses o algo así. Durante la ausencia del niño, llegó el momento de cerrar el bimestre, llegaron los exámenes y las últimas revisiones de tareas, y el niño quedó con sólo unas cuantas tareas mal presentadas, y con una calificación reprobatoria en el único examen parcial que había alcanzado a presentar antes de enfermarse.

    Yo, cumpliendo con la normatividad, calculé su promedio sin tomar en cuenta sus inasistencias, pues estaban justificadas. Pero aún así obtuvo calificación reprobatoria, pues no se pudo lograr mucho de lo poco que tenía.

    En cuanto di a conocer las calificaciones antes de la entrega de boletas, ahora sí la madre se dio su tiempo para venir a exigirme que aprobara a su hijo, considerando que no había faltado por flojera sino por enfermedad. Por más que le explicaba a la mujer que no le había bajado calificación por las inasistencias, sino precisamente por el pobre desempeño del niño en los pocos días que asistió del bimestre, la señora no se daba por vencida, e insistía en que yo le pusiera aunque fuera un 6 a su hijo; "¿un seis aunque no se lo merezca?" le pregunté. "Sí -contestaba ella-, con tal de que no lleve ninguna reprobada en la boleta, porque no es justo".

    Entonces le pregunté a la señora: "Si usted fuera a ser operada del corazón, ¿admitiría que la operara un cirujano que usted supiera que obtuvo sus calificaciones aprobatorias únicamente porque su madre presionó a los maestros, aunque no hubiera aprendido nada porque la mayoría del tiempo se la pasó enfermo?" Su cara de petrificó... Sin embargo, se rehizo y todavía me dijo en un fútil intento de lograr su objetivo aún: "¡Pero maestra, él no está estudiando para cirujano!" "Sí, le dije yo. Pero igual no aprendió nada durante todo el bimestre, porque aunque podía haber realizado algunas tareas en casa para no atrasarse, usted nunca se presentó ni conmigo ni con otros maestros para al menos llevarle algo de trabajo a casa a su hijo". No sé si al fin la pude convencer, pero finalmente se fue porque yo, definitivamente, estaba decidida a no regalar ni un punto ni a ese niño, ni a ninguno (ni siquiera a mis hijos, y fui profesora de los tres varones por dos años... @Carlos Benítez fue uno de ellos Muy bien ).

    Han pasado veinte años desde entonces, y hoy en día veo con tristeza que las cosas no han mejorado sino al contrario. En el mismo libro podemos leer:
    Legiones de jóvenes llenan solicitudes de empleo declarando calificaciones que no tienen para hacerse de trabajos para los que no están capacitados.

    ¿Y dónde está el doble discurso?

    Que al mismo tiempo vemos a legiones de adultos padres de familia de esos estudiantes:

    • Protestando contra el gobierno.
    • Quejándose del mal servicio de las instituciones médicas.
    • Señalando actos de corrupción de los políticos y autoridades gubernamentales.
    • Haciendo marchas contra la impunidad con funcionarios como los de la Guardería ABC, por ejemplo.

    Y la lista puede ser interminable.
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    Mensaje por Invitado Miér Abr 27, 2016 9:36 pm

    Saludos y bendiciones hermana Graciela.

    Uno de los "eventos" que mas recuerdo de mis años de estudiante de secundaria, mientras cursaba el 2° grado, se suscitó un gran escándalo en el plantel. En ambos turnos, e incluso en un "tercer turno", pues la secundaria era "experimental". Cuando el gobierno del Distrito Federal implementó la EDUCACIÓN SECUNDARIA TÉCNICA.

    Resulta que tres de lo cuatro grupos de 2° grado en el turno matutino, habiendo realizado un examen final; arrojaron los mismos resultados (+/-). Lo mismo sucedió en el turno vespertino, pero fue en todos los grupos (4).

    Eso desató una especie de "cacería de brujas" por parte de las autoridades escolares hacia el alumnado, pero específicamente sobre aquellos chicos que tenían la fama de "copiones".

    Durante casi dos meses, se sentía denso el ambiente. Disminuyeron las clásicas "corretizas" durante los recesos; e incluso, las "visitas" a la dirección por parte de mis compañeros (que eran de la peor reputación) cesaron por completo.

    Finalmente un día lunes, en lugar de dirigirnos de la puerta de entrada al salón correspondiente, nos reunieron a todos en el patio del plantel... Bajo otras condiciones, aquello sería un griterío de pubertos que se sienten "reprimidos"; pero ese día solo se percibían tenues "cuchicheos"... Una mezcla de incertidumbre, tensión y "¿por que hice eso?".

    Algo curioso fue mirar que nos agrupábamos como para ceremonia ¡SIN QUE LOS PROFESORES INTERVINIERAN! La voz de la directora en los altavoces no fue para callarnos... Por primera vez en esos 2 años, si no para poner las cartas sobre la mesa directamente y sin pausas.

    Mientras que yo esperaba un discurso acusatorio contra nosotros, la directora comenzó a explicar acerca de la SUSPENSIÓN DE LA PROFESORA DE INGLÉS del turno vespertino... ¡Se le encontró responsable de la VENTA DE LOS EXÁMENES FINALES DE LOS DOS TURNOS!

    La "profe Michelle" era poco mas que el sueño de todos los varones de todos los grados y grupos de la escuela. Era en verdad de hermosa apariencia y tenía "mucha clase para ser profesora de secundaria" (según el concepto de varios maestros del plantel).

    Un alumno del 3° "I" confesó haber sido "el comprador" de los machotes de los exámenes de todos los niveles, y que la profesora Michelle se los ofreció en venta.

    El "compañero" fue expulsado y la maestra suspendida y puesta a disposición de las autoridades de la SEP.

    Nosotros (todos) fuimos re-examinados con distintos exámenes fuera de los horarios de clase y como tenía que ser: Los que siempre reprobaban, reprobaron; los de perfil medio/bajo con resultados un poco mas altos... Y los del "eterno 10", conservaron su estatus.

    Como dicen en mi pueblo: "EN TODOS LADOS SE CUECEN HABAS"

    Y ya que estamos añadiendo, en este caso yo diría: "Y AVECES LAS HABAS TRUENAN LA OLLA"

    ¡QUE EQUIVOCADOS ESTÁN LOS JOVENCITOS (Y LOS NO TANTO) AL TRATAR DE LLEGAR A SUS METAS POR MEDIO DE LA TRANZA, LA TRAMPA Y EL COCHUPO... NO ENTIENDEN QUE ES EN PERJUICIO DE ELLOS MISMOS!
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    Mensaje por Graciela Jue Abr 28, 2016 11:15 am

    Y no sólo de ellos mismos, sino de toda la sociedad...

    En ese caso que expones, en el que tanto la profesora como el alumno intermediario recibieron la retribución justa al delito cometido, ¿qué pasó con todo el montón de alumnos que participaron comprando el examen? ¿Qué enseñanza tuvieron, qué aprendieron?

    Tal vez sólo a ser más astutos la siguiente vez, a no permitirse ser descubiertos.

    Para la gloria del Señor, en todos mis años de estudiante sólo recuerdo haber copiado una vez, y con ciertas atenuantes.

    Estaba en tercer grado de secundaria, y el profesor de Español nos aplicaba uno de sus consabidos exámenes kilométricos de dos hojas con reactivos de complementación (en donde la memorización es la herramienta principal). Recuerdo que eran como 70 preguntas y todos sudábamos la gota gorda.

    De pronto apareció sobre mi examen otro examen idéntico, pero sin nombre y con todas las respuestas. Sorprendida, volteé para todos lados pero todos mis compañeros de alrededor continuaron con la vista fija en sus exámenes.

    Indecisa sobre lo que tenía que hacer, y ya con casi todo mi examen respondido, lo que hice fue comparar mis respuestas con las del examen para verificar que fueran las correctas. Cuando me di cuenta que el examen estaba correctamente contestado, copié las pocas respuestas que me faltaban, y corregí otras poquitas.

    Por supuesto que fuimos descubiertos, y nos volvieron a aplicar el examen (diferente, por supuesto). Y el resultado como de costumbre. Gracias a Dios yo era de las que sacaba 10, así que para mí no fue la gran diferencia. Y eso fue lo que me hizo recapacitar: en realidad yo no necesitaba las respuestas al examen. Tal vez no hubiera sacado un 10 exacto, pero sí un nueve punto y algo, porque ése era mi promedio de calificaciones. Me dio vergüenza de mí misma el haber caído tan bajo como para haber cedido a la tentación de contaminar mi calificación de esa manera. Entonces decidí nunca más copiar; valoraba demasiado mi propio desempeño como para permitir que alguien que me viera echar un "vistazo" a los lados pudiera en un momento dado desprestigiar mis calificaciones.

    Esa decisión la tomé por simple amor propio y propia dignidad; pero cuando me convertí a Cristo descubrí que se llama honestidad e integridad.

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