"Y vivieron felices para siempre..."
Así terminan la mayoría de los cuentos infantiles ¿te acuerdas?, y a decir verdad, creo que sólo los niños le creen a esa frase. La mayoría de nosotros pensamos: "Sí, seguramente..." debido al aumento alarmante de los divorcios, según las estadísticas mundiales. Y aparte también porque ya hemos sido testigos, o partícipes, de algún divorcio, o alguna ruptura en las relaciones personales de personas cercanas a nosotros.
En los últimos años tuve la bendición de cultivar algunas buenas amistades, pero también he pasado por el dolor de perder alguna de ellas.
También tengo en mi haber el dolor y la frustración que conllevan dos divorcios. Además, cuando tenía 4 años, mis padres se divorciaron, y mi papá se alejó de mi vida cuando tenía 6 años. Y luego siendo ya una adulta, me convertí en madre soltera cuando mi novio me dejó embarazada a los 19 años.
Por todo esto puedo decir que estoy familiarizada con los sentimientos de desolación, abandono, frustración y rechazo que te deja el alejamiento de una persona importante para ti.
Desde niña siempre me intrigó ese misterioso asunto de las relaciones humanas; tal vez debido a que no las practiqué mucho sino hasta los 15 años, en que comencé a tener una vida social fuera del ambiente escolar, e incluyendo los fines de semana.
Me encantaban los cuentos de hadas madrinas, princesas en problemas, y el príncipe azul al rescate; me soñaba como una de ellas, y casi toda mi infancia viví esperando ser rescatada de mi destructivo ambiente familiar. Pero no sabía cómo conciliar la consabida frase final de los cuentos: "Y vivieron felices para siempre...", con todas aquellas mujeres que, como mi madre, se encontraban con sus hijos, enfrentando al mundo solas, sin un marido a su lado.
¿Cómo se logra vivir feliz para siempre? Me temo que finalmente llegué a pensar que eso no era posible; que eso sólo existía en los cuentos de hadas.
Luego conocí a Jesucristo, y otra frase despertó de nuevo mi inquietud por el tema: "hasta que la muerte los separe". Surgieron nuevas preguntas: ¿qué pasa cuando ya no hay amor? ¿Es bueno que haya parejas que siguen juntos sólo por costumbre, hábito, rutina, obediencia, etc., pero sin que ya exista "romance" entre ellos? De ser así, le tendríamos que hacer una ligera modificación a la frase del cuento de hadas, y dejarla "Y vivieron juntos para siempre"... independientemente de que sean felices o no.
No... Esto tampoco me convencía en lo absoluto. ¿Cómo puede ser que Dios, que nos ama tanto, pueda desear que dos personas sigan juntas sin tenerse ya ningún tipo de cariño, sin demostraciones de afecto mutuo, agrediéndose o criticándose constantemente uno al otro, y siendo evidentemente infelices? Eso no es vida, es un martirio.
Para esto, yo preferiría aplicar el dicho: "Mejor sola que mal acompañada".
Pero, inexplicablemente para mí, aún a pesar de que desde niña estuve viendo divorcios a mi alrededor, siempre deseé estar casada y esforzarme no sólo por mantenerme casada, sino también feliz. Deseaba experimentar eso.
Después de dos fracasos matrimoniales, y haber pasado los últimos 20 años soltera, pareciera que ese sueño de niña ya no se cumplirá. Es evidente que no fui capaz de llevarlo a cabo. Tuve mis oportunidades y las desperdicié.
Lo único que me quedaba era procurar que ese patrón de rupturas de relaciones matrimoniales no se repitiera en mis hijos. Por lo que desde que ellos eran pequeños, me apliqué en aconsejarlos, amonestarlos, instruirlos y adiestrarlos para ser capaces de esforzarse en mantener no sólo un matrimonio, sino un matrimonio feliz... Hasta ahora el éxito ha sido parcial, ya que si bien tres de mis hijos han hecho buenos matrimonios (con la ayuda de Dios), uno de mis hijos ya experimentó el dolor y el trauma de una ruptura matrimonial.
Y esto trajo nuevas interrogantes a mi mente... Los cuatro hijos fueron instruidos y adiestrados conforme a la Palabra de Dios, siguiendo los preceptos de la Biblia... entonces ¿qué pasó con uno de ellos, siendo que él también estuvo inmerso en el mismo ambiente didáctico? ¿Qué es lo que falló?
Ciertamente no falló la Palabra de Dios. Nosotros fallamos, pero Él nunca falla.
Y aunque parezca trillado, la verdad es que la única forma de tener una relación para siempre, es cuando dejas que Jesucristo esté en medio.
Ah, te preguntarás... ¿y qué hay de aquellas parejas de casados, amigos o familiares, que no son cristianos o ni creen en Dios, y son capaces de mantener sanas sus relaciones personales?
Yo podría decirte que NO incluir a Jesucristo en una relación personal, es tanto como jugar a la "ruleta rusa" con tu vida. Como puede suceder que tu relación dure para siempre, también corres el riesgo de que en algún momento se termine a veces de forma bastante traumática. Después de todo,
Y bueno... finalmente parece que han quedado despejadas todas mis interrogantes, ¿no?
¿O tú qué piensas?
Así terminan la mayoría de los cuentos infantiles ¿te acuerdas?, y a decir verdad, creo que sólo los niños le creen a esa frase. La mayoría de nosotros pensamos: "Sí, seguramente..." debido al aumento alarmante de los divorcios, según las estadísticas mundiales. Y aparte también porque ya hemos sido testigos, o partícipes, de algún divorcio, o alguna ruptura en las relaciones personales de personas cercanas a nosotros.
En los últimos años tuve la bendición de cultivar algunas buenas amistades, pero también he pasado por el dolor de perder alguna de ellas.
También tengo en mi haber el dolor y la frustración que conllevan dos divorcios. Además, cuando tenía 4 años, mis padres se divorciaron, y mi papá se alejó de mi vida cuando tenía 6 años. Y luego siendo ya una adulta, me convertí en madre soltera cuando mi novio me dejó embarazada a los 19 años.
Por todo esto puedo decir que estoy familiarizada con los sentimientos de desolación, abandono, frustración y rechazo que te deja el alejamiento de una persona importante para ti.
Desde niña siempre me intrigó ese misterioso asunto de las relaciones humanas; tal vez debido a que no las practiqué mucho sino hasta los 15 años, en que comencé a tener una vida social fuera del ambiente escolar, e incluyendo los fines de semana.
Me encantaban los cuentos de hadas madrinas, princesas en problemas, y el príncipe azul al rescate; me soñaba como una de ellas, y casi toda mi infancia viví esperando ser rescatada de mi destructivo ambiente familiar. Pero no sabía cómo conciliar la consabida frase final de los cuentos: "Y vivieron felices para siempre...", con todas aquellas mujeres que, como mi madre, se encontraban con sus hijos, enfrentando al mundo solas, sin un marido a su lado.
¿Cómo se logra vivir feliz para siempre? Me temo que finalmente llegué a pensar que eso no era posible; que eso sólo existía en los cuentos de hadas.
Luego conocí a Jesucristo, y otra frase despertó de nuevo mi inquietud por el tema: "hasta que la muerte los separe". Surgieron nuevas preguntas: ¿qué pasa cuando ya no hay amor? ¿Es bueno que haya parejas que siguen juntos sólo por costumbre, hábito, rutina, obediencia, etc., pero sin que ya exista "romance" entre ellos? De ser así, le tendríamos que hacer una ligera modificación a la frase del cuento de hadas, y dejarla "Y vivieron juntos para siempre"... independientemente de que sean felices o no.
No... Esto tampoco me convencía en lo absoluto. ¿Cómo puede ser que Dios, que nos ama tanto, pueda desear que dos personas sigan juntas sin tenerse ya ningún tipo de cariño, sin demostraciones de afecto mutuo, agrediéndose o criticándose constantemente uno al otro, y siendo evidentemente infelices? Eso no es vida, es un martirio.
Para esto, yo preferiría aplicar el dicho: "Mejor sola que mal acompañada".
Pero, inexplicablemente para mí, aún a pesar de que desde niña estuve viendo divorcios a mi alrededor, siempre deseé estar casada y esforzarme no sólo por mantenerme casada, sino también feliz. Deseaba experimentar eso.
Después de dos fracasos matrimoniales, y haber pasado los últimos 20 años soltera, pareciera que ese sueño de niña ya no se cumplirá. Es evidente que no fui capaz de llevarlo a cabo. Tuve mis oportunidades y las desperdicié.
Lo único que me quedaba era procurar que ese patrón de rupturas de relaciones matrimoniales no se repitiera en mis hijos. Por lo que desde que ellos eran pequeños, me apliqué en aconsejarlos, amonestarlos, instruirlos y adiestrarlos para ser capaces de esforzarse en mantener no sólo un matrimonio, sino un matrimonio feliz... Hasta ahora el éxito ha sido parcial, ya que si bien tres de mis hijos han hecho buenos matrimonios (con la ayuda de Dios), uno de mis hijos ya experimentó el dolor y el trauma de una ruptura matrimonial.
Y esto trajo nuevas interrogantes a mi mente... Los cuatro hijos fueron instruidos y adiestrados conforme a la Palabra de Dios, siguiendo los preceptos de la Biblia... entonces ¿qué pasó con uno de ellos, siendo que él también estuvo inmerso en el mismo ambiente didáctico? ¿Qué es lo que falló?
Ciertamente no falló la Palabra de Dios. Nosotros fallamos, pero Él nunca falla.
Y aunque parezca trillado, la verdad es que la única forma de tener una relación para siempre, es cuando dejas que Jesucristo esté en medio.
Ah, te preguntarás... ¿y qué hay de aquellas parejas de casados, amigos o familiares, que no son cristianos o ni creen en Dios, y son capaces de mantener sanas sus relaciones personales?
Yo podría decirte que NO incluir a Jesucristo en una relación personal, es tanto como jugar a la "ruleta rusa" con tu vida. Como puede suceder que tu relación dure para siempre, también corres el riesgo de que en algún momento se termine a veces de forma bastante traumática. Después de todo,
Así que insisto: el único que puede garantizarte al 100% que tu relación personal durará para siempre, es Jesucristo. Podrás comenzarla muy bien, e incluso de acuerdo a las leyes de Dios; pero el descuidarte en algún punto del camino, es una invitación al desastre. O podrás comenzar mal, desobedeciendo a Dios; pero entre más pronto incluyas a Jesucristo entre tú y esa persona importante, más garantía habrá que esa relación amorosa, de amistad, o familiar, durará para siempre y con éxito.Mateo 5:45 escribió:Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos.
Y bueno... finalmente parece que han quedado despejadas todas mis interrogantes, ¿no?
¿O tú qué piensas?