Parábola del Hijo Pródigo (Lucas 15:1-3).
'En aquel tiempo, se acercaban a Jesús todos los publicanos y los pecadores para oírle. Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos.
Jesús les dijo esta parábola: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda.
Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
«Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre!
Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti.
Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros."
Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.
El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies.
Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado". Y comenzaron la fiesta.
Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano."
El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.
Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!"
Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado'.
Reflexión:
Dejar la casa paterna significa mucho más que alejarse de un lugar en un momento determinado. Significa negar la realidad espiritual de nuestra pertenencia a Dios. De hecho pedir la herencia del padre es desear de algún modo un tanto sutil la muerte del padre.
Tal vez, hemos tenido la experiencia de esto en algún momento de nuestra vida. Al inicio notamos que todo va de maravillas. No tenemos a nadie que nos diga lo que tenemos que hacer, contamos con los “amigos”, música, aventuras en tierras lejanas, etc.
Pero puede ser que actuamos así porque no vemos el engaño del diablo, no nos percatamos de que los fundamentos de nuestra vida no están en aquellos lugares lejanos, sino en nuestra casa paterna.
Nosotros también somos hijos pródigos cada vez que pedimos la herencia a Dios para alejarnos del Él. Somos hijos pródigos cada vez que buscamos el amor donde no podemos encontrarlo. No es fácil recorrer el camino de la vida sin la ayuda de un Padre que nos ame, nos comprenda y nos anime.
Uno de los grandes retos de la vida espiritual consiste precisamente en reconocernos pecadores delante de Dios y pedirle su perdón. Porque la historia que hoy nos narra el evangelio no es una simple novela entre muchas otras.
Es la historia de cada una de nuestras vidas llamadas a reconciliarnos con el Padre. Él nos espera con los brazos abiertos para darnos de nuevo su amor.
'En aquel tiempo, se acercaban a Jesús todos los publicanos y los pecadores para oírle. Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos.
Jesús les dijo esta parábola: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda.
Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
«Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre!
Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti.
Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros."
Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.
El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies.
Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado". Y comenzaron la fiesta.
Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano."
El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.
Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!"
Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado'.
Reflexión:
Dejar la casa paterna significa mucho más que alejarse de un lugar en un momento determinado. Significa negar la realidad espiritual de nuestra pertenencia a Dios. De hecho pedir la herencia del padre es desear de algún modo un tanto sutil la muerte del padre.
Tal vez, hemos tenido la experiencia de esto en algún momento de nuestra vida. Al inicio notamos que todo va de maravillas. No tenemos a nadie que nos diga lo que tenemos que hacer, contamos con los “amigos”, música, aventuras en tierras lejanas, etc.
Pero puede ser que actuamos así porque no vemos el engaño del diablo, no nos percatamos de que los fundamentos de nuestra vida no están en aquellos lugares lejanos, sino en nuestra casa paterna.
Nosotros también somos hijos pródigos cada vez que pedimos la herencia a Dios para alejarnos del Él. Somos hijos pródigos cada vez que buscamos el amor donde no podemos encontrarlo. No es fácil recorrer el camino de la vida sin la ayuda de un Padre que nos ame, nos comprenda y nos anime.
Uno de los grandes retos de la vida espiritual consiste precisamente en reconocernos pecadores delante de Dios y pedirle su perdón. Porque la historia que hoy nos narra el evangelio no es una simple novela entre muchas otras.
Es la historia de cada una de nuestras vidas llamadas a reconciliarnos con el Padre. Él nos espera con los brazos abiertos para darnos de nuevo su amor.