HIJOS PEQUEÑOS, PROBLEMAS PEQUEÑOS... HIJOS GRANDES, PROBLEMAS GRANDES.
Pero indudablemente que cuando el conflicto se prolonga, y ya no me duele lo duro sino lo tupido, esto se convierte en una prueba de resistencia.
Sin embargo, sigo intentando conocer bien al Padre Eterno a quien pertenezco, y Él continúa enseñándome, como buen padre que es; no se rinde, no se cansa, no se da por vencido conmigo... huy, Él es el mejor ejemplo de padre que puedo tener.
¿Y qué he aprendido?
- Que cuando uno de mis hijos hace o dice cosas que me ofenden, lastiman y traspasan mi corazón, en realidad no me lo está haciendo a mí, sino al Eterno, al incumplir con el cuarto mandamiento: "Honrarás a tu padre y a tu madre".
- Que al incumplir con el mandamiento, no me está perjudicando a mí, sino a él mismo.
- Que no tengo ningún derecho a sentirme menospreciada, rechazada, ofendida, lastimada, indignada o infravalorada, porque en realidad yo no me merezco nada bueno, sino la muerte por el pecado; y sólo la gracia dada por medio del Señor Jesucristo, es que yo soy salva de esa condenación. Así que en realidad estoy a salvo de indignación, enojo, angustia, miedo y desesperanza sólo por méritos de Jesucristo, no los míos.
- Que mi lucha no es contra mi hijo, sino contra espìritus malignos que existen en él y en mí también; contra ellos me debo ir, no contra mi hijo.
- Que debo seguir el ejemplo de Jesús, quien voluntariamente se despojó de su divinidad, y vino a entregar su vida por mí, no sin antes sufrir lo indecible emocional, psicológica, espiritual y físicamente. ¿Qué derecho tengo yo a sentirme víctima?
- Y por todo esto, en lugar de chillonearle al Señor y rezongarle y reclamarle (como lo he hecho, me avergüenza reconocerlo) sintiéndome la víctima, debo levantar mi cabeza para clamar al Señor intercediendo ante Él por misericordia para mis hijos.
Como dije, tengo 57 años, y mis cuatro hijos ya son adultos, tres casados y uno que se acaba de divorciar Con todos y cada uno de ellos he tenido que enfrentar problemas, algunos triviales y otros demasiado serios, y en cada uno de ellos, el Señor me ha ido enseñando más y más sobre cómo ser mamá espiritual, conforme a seguir su propio ejemplo. De esta forma permito que el Eterno blinde mi corazón de una forma sobrenatural.
Y tú... ¿cómo estás enfrentando este tipo de problemas?