Me gustan mucho los juegos de mesa, por cierto.
¿Has jugado alguna vez a las Damas Chinas? Éste es el tablero:
Originalmente cada jugador juega con un solo color de canicas, y desde un solo piquito, y es una jugada por turno.
Pero luego de un tiempito de jugar así nos aburrimos; e implementamos una nueva modalidad: cada una tomaría tres piquitos, con tres colores de canicas, y cada turno podíamos dar tres tiradas. De esta forma el grado de dificultad aumentó, y también la emoción del juego.
Siempre jugábamos tres juegos, por aquello del desempate. La verdad es que al principio me era muy fácil ganarle a mi mamá; pero con el tiempo se fue perfeccionando, y a veces me costaba mucho trabajo ganarle, o le ganaba con un pequeñísimo margen de jugadas.
Nuestra relación siempre fue muy áspera, por muchísimos motivos, entre ellos que ella no podía superar mi parecido físico, en ademales y actitudes con mi papá, el hombre que ella más odiaba en este mundo. Así que toda su vida fue una lucha entre tratar de quererme, y odiarme cuando veía demasiado de mi papá en mí.
De manera que jugar a las caniquitas (como les decíamos a las Damas Chinas) era nuestro mejor momento; disfrutábamos nuestra mutua compañía, y ahí encontrábamos uno de los escasos puntos de acuerdo entre nosotras.
Pasamos la Navidad de 2003 en su casa, como siempre lo hicimos durante 11 años desde que nos vinimos a Hermosillo, y ella se quedó a vivir en Guaymas, Sonora. No recuerdo el motivo, pero mis hijos se regresaron a casa antes que yo, así que me quedé sola con ella por espacio de una semana más después que pasó el Año Nuevo.
En algún momento de principios del mes de Enero del año 2004, nos sentamos en la mesa de la cocina de su casa a jugar nuestro consabido juego de caniquitas. De repente se me ocurrió la idea de tomarnos una foto; no sé por qué, nunca lo habíamos hecho. Entonces coloqué la cámara en la mesa y le dije: "Mami, vamos a actuar como que estamos muy concentradas jugando". Y ella muy obediente, posó para la cámara:
Ésa fue nuestra única foto jugando caniquitas, y la última que nos tomamos juntas.
Antes de que terminara enero, exactamente el día 30 de enero de 2004, y tres días después de su cumpleaños número 82, mi mamá falleció tranquilamente en una cama de hospital donde había permanecido por escasos dos días.
Solamente el Señor pudo haberme guiado a tomarme esa foto con mi mamá; de no haberla tomado, me hubiera encontrado con la situación de no haber tenido ningún recuerdo gráfico de esos momentos entrañables que pasé con ella. Cuando me dieron la noticia de que se había ido, me abalancé hacia el cuarto, me arrodillé a su lado y lo primero que le dije a ese cuerpo inerte fue: "Mami, volveremos a jugar caniquitas cuando estemos juntas en el Cielo".
Desde entonces no había vuelto a jugar; curiosamente nunca jugaba caniquitas con mis hijos, ni ella tampoco. Jugábamos otras cosas: a la baraja, la lotería, el parkasé, serpientes y escaleras, dominó, etc. Pero las caniquitas era un juego que teníamos exclusivamente para nosotras dos.
La semana pasada estuve moviendo cajas de las que me traje de la casa de mi mamá cuando la vendimos; allí me encontré varios juegos de mesa, y entre ellos el bote con las canicas y un tablero maltrecho, que no es el mismo que usábamos nosotras (ese tablero debe andar en otra caja). Pero sirvió para que ayer, después de nuestra comida familiar, mi hijo menor y mi nuera jugáramos a las caniquitas. Mi nuera por primera vez en su vida, y yo por primera vez después de 12 años.
Honestamente no fue lo mismo. Ninguno de los dos juega bien, y francamente extrañé la competencia con mi mamá que, aunque no era tan buena como yo, me daba pelea
Pero lo disfruté. Nunca será lo mismo sin ella, lo acepto y agradezco todos los días al Señor por esos maravillosos momentos que pasamos juntas. Ahora es tiempo de iniciar una nueva etapa de jugar caniquitas con mis hijos... finalmente después de 12 años.