Para mí el Día del padre nunca ha tenido la misma relevancia que el Día de la Madre; a lo largo de los años el único motivo por el que trataba de estar pendiente era para que a mis hijos no se les fuera a pasar felicitar a su papá.
Crecí sin saber lo que era convivir con una figura paterna, ese adulto que (según el pensamiento que nos escribió mi Chuy), es fuerte, amable, callado, inteligente y muy trabajador.
Pero claro que no todos los papás son así. Me atrevo a pensar que si alguien tiene un padre gritón, autoritario, vicioso, abusador o violento, esa persona preferiría mejor no tener padre en casa.
Es cierto, y definitivamente yo, que crecí sin padre, no puedo decir que hubiera preferido un padre violento o abusador, con tal de tener uno, claro que no.
Entonces, como decía, para mí el Día del Padre nunca ha tenido verdadero significado para mí durante todos estos años; no puedo opinar acerca de algo que no conozco.
Por eso es que me ha sorprendido demasiado que este año me haya afectado de una forma muy especial. Hace varias semanas comencé a ver en la televisión un anuncio promocionando el Día del Padre que comenzaba diciendo cosas como: "Ése que nunca te dejó solo, que siempre se ocupó de ti, para el que siempre serás su niñita, que siempre te brindó un consejo...." Lo escuché una vez, sin entender por qué me incomodaba tanto. La siguientes veces mejor le ponía "mute" ¡no soportaba escucharlo!
Me puse a meditar por qué, y me di cuenta de que en realidad no tuve un padre ausente; sólo fue ausente de casa, mas no ausente de mi vida. Sin embargo, a causa de que él y mi madre se encarnizaron uno contra el otro, y permanecieron en una guerra mutua que duró hasta el día que mi madre falleció, mi padre fue el hombre que nunca se ocupó de mí, el que en el fondo me ha despreciado por los errores que he cometido, el que trató de hacerme daño, el que me atacó... Qué tremendo ¿no? La historia que he compartido con mi padre a lo largo de mi vida fueron más bien enfrentamientos y contiendas en una guerra que no era mía, y que terminó cuando yo me convertí a Cristo.
Entonces me di cuenta de que a lo largo de mi vida he tenido un sentimiento de orfandad... Este sentimiento va más allá de la simple soledad. La orfandad es la sensación de que nadie te ama, y nadie te ayuda. Y eso es justo lo que yo sentí la mayor parte de mi vida.
Y de pronto, ayer en la Escuela Dominical, el hermano Suso mencionó Romanos 8:15-17, una porción bíblica que he leído cientos de veces, y que volvió a presentarse "viva" frente a mis ojos.
Me di cuenta de que ya no soy más una huérfana. Sí, tengo como veinte años en el Evangelio y tal vez te preguntes ¿Hasta ahora se da cuenta?... No, desde que recibí a Cristo en mi corazón, sentí claramente que ahora tenía un Padre a quién acudir, uno que me ayuda, me ama y me perdona.
Pero es que esta parte de Romanos lo dice tan claro y tan hermoso, que lo quise compartir aquí. Lo analizaré punto por punto:
Qué tan maravilloso es poder sentir su brazo protector sobre mis hombros, y sentirme rodeada por ese amor y protección que nunca conocí de mi padre terrenal. Desearía que todos llegaran a tener esta misma sensación de amparo, de abrigo, de protección y de seguridad que Él les da a todos los que nos acercamos a Él como sus hijitos.
¿Te gustaría sentirte así? Entonces haz esta oración en voz alta:
Crecí sin saber lo que era convivir con una figura paterna, ese adulto que (según el pensamiento que nos escribió mi Chuy), es fuerte, amable, callado, inteligente y muy trabajador.
Pero claro que no todos los papás son así. Me atrevo a pensar que si alguien tiene un padre gritón, autoritario, vicioso, abusador o violento, esa persona preferiría mejor no tener padre en casa.
Es cierto, y definitivamente yo, que crecí sin padre, no puedo decir que hubiera preferido un padre violento o abusador, con tal de tener uno, claro que no.
Entonces, como decía, para mí el Día del Padre nunca ha tenido verdadero significado para mí durante todos estos años; no puedo opinar acerca de algo que no conozco.
Por eso es que me ha sorprendido demasiado que este año me haya afectado de una forma muy especial. Hace varias semanas comencé a ver en la televisión un anuncio promocionando el Día del Padre que comenzaba diciendo cosas como: "Ése que nunca te dejó solo, que siempre se ocupó de ti, para el que siempre serás su niñita, que siempre te brindó un consejo...." Lo escuché una vez, sin entender por qué me incomodaba tanto. La siguientes veces mejor le ponía "mute" ¡no soportaba escucharlo!
Me puse a meditar por qué, y me di cuenta de que en realidad no tuve un padre ausente; sólo fue ausente de casa, mas no ausente de mi vida. Sin embargo, a causa de que él y mi madre se encarnizaron uno contra el otro, y permanecieron en una guerra mutua que duró hasta el día que mi madre falleció, mi padre fue el hombre que nunca se ocupó de mí, el que en el fondo me ha despreciado por los errores que he cometido, el que trató de hacerme daño, el que me atacó... Qué tremendo ¿no? La historia que he compartido con mi padre a lo largo de mi vida fueron más bien enfrentamientos y contiendas en una guerra que no era mía, y que terminó cuando yo me convertí a Cristo.
Entonces me di cuenta de que a lo largo de mi vida he tenido un sentimiento de orfandad... Este sentimiento va más allá de la simple soledad. La orfandad es la sensación de que nadie te ama, y nadie te ayuda. Y eso es justo lo que yo sentí la mayor parte de mi vida.
Y de pronto, ayer en la Escuela Dominical, el hermano Suso mencionó Romanos 8:15-17, una porción bíblica que he leído cientos de veces, y que volvió a presentarse "viva" frente a mis ojos.
Me di cuenta de que ya no soy más una huérfana. Sí, tengo como veinte años en el Evangelio y tal vez te preguntes ¿Hasta ahora se da cuenta?... No, desde que recibí a Cristo en mi corazón, sentí claramente que ahora tenía un Padre a quién acudir, uno que me ayuda, me ama y me perdona.
Pero es que esta parte de Romanos lo dice tan claro y tan hermoso, que lo quise compartir aquí. Lo analizaré punto por punto:
¿Te dejas guiar por el Espíritu de Dios? Es señal de que has recibido a Cristo en tu corazón, y que tus sentidos espirituales están sintonizados a la dulce voz de Dios, cuando lo buscas por respuestas, por consuelo, o simplemente para decirle "gracias".Romanos 8:14 escribió:Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
Ya no tengo temor de que me hagan daño; si en algún momento me siento lastimada, herida o dolida, sé que al acercarme a mi Padre, Él quitará el dolor. Puedo decirle "¡Papito, te necesito!" Y Él al escuchar mi voz, la reconocerá y dirá "No temas, mijita, aquí estoy contigo siempre".Romanos 8:15 escribió:Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: !!Abba, Padre!
¿Y qué pasa cuando me siento tan sola, abandonada, rechazada y despreciada?... sólo tengo que volver mis ojos a mi Padre, y el Espíritu Santo me dirá de nuevo "Recuerda que eres hija de Dios, y que tu Padre siempre está pendiente de ti. Ya no estás sola". Y puedo llorarle en el hombro, y desahogar en Él todas las aflicciones; entonces Él toma todo ese dolor y esas lágrimas, y las convierte en aprendizaje, en experiencia, en conocimiento, en gozo y en paz.Romanos 8:16 escribió:El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Qué tan maravilloso es poder sentir su brazo protector sobre mis hombros, y sentirme rodeada por ese amor y protección que nunca conocí de mi padre terrenal. Desearía que todos llegaran a tener esta misma sensación de amparo, de abrigo, de protección y de seguridad que Él les da a todos los que nos acercamos a Él como sus hijitos.
¿Te gustaría sentirte así? Entonces haz esta oración en voz alta:
¿Te gustaría saber qué es lo que ha pasado ahora que has hecho esta oración en voz alta? Aquí encontrarás información que podrá aumentar la seguridad de tu salvación: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]Señor, reconozco que he hecho cosas malas, y he lastimado a las personas y a mí mismo. Jesucristo, sé que viniste a morir en la cruz para recibire el castigo que yo me merezco por haber vivido hasta hoy a como yo he querido. Te pido que tomes mi vida y entres a mi corazón a limpiarlo; acepto tu regalo de la Salvación, y te pido que a partir de hoy tú seas el Señor de mi vida. Ayúdame a escuchar tu Voz y a obedecerte. Gracias por tu perdón. Amén.
Última edición por Graciela el Mar Feb 16, 2016 12:47 am, editado 1 vez