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¡Fue toda una experiencia!
Estando en YWAM Kona en estos días, nos ofrecieron servir como voluntarios para medianamente cuidar el orden y la seguridad tanto del público en general, como la de la ruta de los participantes.
Me levanté a las 3 de la mañana para estar lista a las 3:45, y a las 4:00 am nos colocaron en nuestros lugares. Mary Beth (mi compañera) escogió el mejor lugar: entre el malecón (por donde salrían los participantes en su primera etapa), y el estacionamiento de las bicicletas (quedando junto al camino por el que, unas horas después, pasarían los atletas que, acabando de salir del agua, correrían hacia sus bicicletas, mientras se van colocando cascos, tenis, cierta ropa, o tomando agua, algún bocadillo, poniéndose crema, echándose agua encima, etc.)...
Todavía estaba oscuro, y nos tocó ver la Luna, apenas una uñita... Corría un viento heladito, y la inactividad y la soledad nos dieron sonmolencia. Pero no fue más que unos minutos, porque al ratito comenzaron a llegar los atletas a revisar sus bicicletas, a calentar, a llenar tambitos de agua, y en general a prepararse para el comienzo a las 7 am.
Al fin, los atletas comenzaron a entrar al agua, y luego de un ¡buuuuummm! todos al mismo tiempo comenzaron a bracear y a nadar... ¡Parecían delfines, todos hechos bola!
Luego siguió un tiempo de como una hora, en el que no pasó nada... Ya había salido el sol, pero el ambiente continuaba fresco. De pronto, se vio a un nadador que volvía. Detrás de él venían otros dos, y más atrás, otros cuantos más... Eran los primeros, los más fuertes, con más energía, los más resistentes. Los vi pasar frente a mí, mojados, y buscando sus bicicletas. Me pregunté ¿cómo la encontrarán entre tantas que son? Pero al parecer ellos tienen un sistema para reconocer el lugar exacto donde están, no obstante que eran más de dos mil.
Poco a poco fueron llegando nadando más competidores, y luego los vi también pasar frente a mí en las mismas que los demás: mojados, corriendo, cansados, pero listos para la segunda etapa del reto.
De pronto, como una hora y media después, los competidores comenzaron a llegar en oleadas de decenas, se amontonaban para salir del agua, corrían amontonados por el corredor, procurando no caerse en la alfombra mojada por los anteriores a ellos. Así estuvo por espacio de una hora: atletas y atletas llegando nadando, y luego corriendo por el pasillo rumbo al estacionamiento de bicicletas. Parecía que nunca iban a terminar.
Poco a poco en el mar de bicicletas comenzaron a aparecer claros, y así se fue vaciando lentamente. Los atletas siguieron llegando hasta las 9:00 de la mañana, y los últimos, allá por las 9:30 am, fueron llegando los mayores de 40 años... Vi hombres y mujeres de mi edad, y hasta mayores, evidentemente cansados, pero todavía dispuestos a buscar su bicicleta, decididos a emprender la segunda etapa de la competencia. Los últimos cinco, que llegaron muy espaciados, casi no lo logran. Por momentos paraban de bracear y sólo flotaban. Los que marcan la ruta a los nadadores los animaban, gritando, palmeando, alentándolos a seguir... y siempre evitando tocarlos, pues si lo hacen, inmediatamente el atleta es descalificado.
Ya cuando el sol estaba muy alto y caliente, y ya no había viento fresco, sólo quedaron seis bicicletas. Probablemente esos seis competidores tuvieron necesidad de asistencia médica en el mar, y por ende, ya no pudieron terminar la competencia.
A las 10 am terminó mi tiempo, y emprendí el regreso a los edificios de los Mission Builder, no sin antes pasar a la carpa de los Voluntarios a tomar un plátano y unas barritas de granola.
Ahorita que estoy escribiendo esto, alcanzo a escuchar por el altavoz al locutor que está a cargo del evento. Sé que por aquí a una cuadra pasarán los atletas en la etapa del pedestrismo, pero creo que eso será hasta dentro de una media hora.
En fin... esto es todo un evento digno de verse. Pero debo ser realista: de no haber sido voluntaria, no creo haberme levantado para ir a verlo, así que... ¡Gracias, Señor, por esta oportunidad única!
Estando en YWAM Kona en estos días, nos ofrecieron servir como voluntarios para medianamente cuidar el orden y la seguridad tanto del público en general, como la de la ruta de los participantes.
Me levanté a las 3 de la mañana para estar lista a las 3:45, y a las 4:00 am nos colocaron en nuestros lugares. Mary Beth (mi compañera) escogió el mejor lugar: entre el malecón (por donde salrían los participantes en su primera etapa), y el estacionamiento de las bicicletas (quedando junto al camino por el que, unas horas después, pasarían los atletas que, acabando de salir del agua, correrían hacia sus bicicletas, mientras se van colocando cascos, tenis, cierta ropa, o tomando agua, algún bocadillo, poniéndose crema, echándose agua encima, etc.)...
Todavía estaba oscuro, y nos tocó ver la Luna, apenas una uñita... Corría un viento heladito, y la inactividad y la soledad nos dieron sonmolencia. Pero no fue más que unos minutos, porque al ratito comenzaron a llegar los atletas a revisar sus bicicletas, a calentar, a llenar tambitos de agua, y en general a prepararse para el comienzo a las 7 am.
Al fin, los atletas comenzaron a entrar al agua, y luego de un ¡buuuuummm! todos al mismo tiempo comenzaron a bracear y a nadar... ¡Parecían delfines, todos hechos bola!
Luego siguió un tiempo de como una hora, en el que no pasó nada... Ya había salido el sol, pero el ambiente continuaba fresco. De pronto, se vio a un nadador que volvía. Detrás de él venían otros dos, y más atrás, otros cuantos más... Eran los primeros, los más fuertes, con más energía, los más resistentes. Los vi pasar frente a mí, mojados, y buscando sus bicicletas. Me pregunté ¿cómo la encontrarán entre tantas que son? Pero al parecer ellos tienen un sistema para reconocer el lugar exacto donde están, no obstante que eran más de dos mil.
Poco a poco fueron llegando nadando más competidores, y luego los vi también pasar frente a mí en las mismas que los demás: mojados, corriendo, cansados, pero listos para la segunda etapa del reto.
De pronto, como una hora y media después, los competidores comenzaron a llegar en oleadas de decenas, se amontonaban para salir del agua, corrían amontonados por el corredor, procurando no caerse en la alfombra mojada por los anteriores a ellos. Así estuvo por espacio de una hora: atletas y atletas llegando nadando, y luego corriendo por el pasillo rumbo al estacionamiento de bicicletas. Parecía que nunca iban a terminar.
Poco a poco en el mar de bicicletas comenzaron a aparecer claros, y así se fue vaciando lentamente. Los atletas siguieron llegando hasta las 9:00 de la mañana, y los últimos, allá por las 9:30 am, fueron llegando los mayores de 40 años... Vi hombres y mujeres de mi edad, y hasta mayores, evidentemente cansados, pero todavía dispuestos a buscar su bicicleta, decididos a emprender la segunda etapa de la competencia. Los últimos cinco, que llegaron muy espaciados, casi no lo logran. Por momentos paraban de bracear y sólo flotaban. Los que marcan la ruta a los nadadores los animaban, gritando, palmeando, alentándolos a seguir... y siempre evitando tocarlos, pues si lo hacen, inmediatamente el atleta es descalificado.
Ya cuando el sol estaba muy alto y caliente, y ya no había viento fresco, sólo quedaron seis bicicletas. Probablemente esos seis competidores tuvieron necesidad de asistencia médica en el mar, y por ende, ya no pudieron terminar la competencia.
A las 10 am terminó mi tiempo, y emprendí el regreso a los edificios de los Mission Builder, no sin antes pasar a la carpa de los Voluntarios a tomar un plátano y unas barritas de granola.
Ahorita que estoy escribiendo esto, alcanzo a escuchar por el altavoz al locutor que está a cargo del evento. Sé que por aquí a una cuadra pasarán los atletas en la etapa del pedestrismo, pero creo que eso será hasta dentro de una media hora.
En fin... esto es todo un evento digno de verse. Pero debo ser realista: de no haber sido voluntaria, no creo haberme levantado para ir a verlo, así que... ¡Gracias, Señor, por esta oportunidad única!
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se miraba chido jeje hasta hoy miro estas picks