Hno. Ismael Chay Coyoc escribió:La esposa conciliadora se sujeta (1 P 3:1, 5,6)
Allí está — esa fea palabra— sujetarse. Es probable que ninguna palabra en el análisis contemporáneo del desempeño de una esposa en el matrimonio sea más vilipendiada o mal entendida que la palabra sujeción.
Cuando el libro de Marabel Morgan, The Total Woman [La mujer completa], estaba en el apogeo de su popularidad, The Wittenberg Door lanzó una caricatura de una mujer cristiana hecha una ruina con sus cabellos con rolos y sus pies en una palangana con agua tibia y sal de higuera. La caricatura estaba subtitulada “La mujer destruida por completo”. Para muchos, esa es la imagen negativa de una mujer sujeta o sometida.
Sin embargo, no tenemos ningún problema en saber lo que Pedro quiere decir con sujetarse, porque emplea la palabra en sus instrucciones a los ciudadanos en 2:13 y a los esclavos en 2:18. Significa ponerse uno bajo autoridad de alguien. Nada tiene que ver con la valía inherente. Tiene todo que ver con vivir sin recurrir al escapismo ni a la violencia. Sujetarse es lo opuesto de salirse con la suya.
El sujetarse no implica el hacer lo que es moralmente indebido (Safira erróneamente se sujetó o sometió a la mentira de Ananías en Hechos 5:2,7–10), abandonar su sensatez, o llegar a ser de una pasividad encogida y pisoteada.
Eso incluye el seguir el ejemplo de Sara, esposa de Abraham, que a pesar de sus propias dificultades conyugales, respetaba a Abraham al llamarlo “señor”. En otras palabras, ella no lo desestimó. Siguió siendo fiel a Abraham a pesar de que con frecuencia cambiaba de lugar y que a veces la maltrataba. Ella ganó gracias a su conducta. Mantuvo la debida actitud, tomó las medidas correctas y conservó el afecto debido, bendiciendo a su esposo en vez de maldecirlo.
Algunas pudieran decir: “Bueno, si Sara viviera en la cultura actual, sin duda tendría opciones ahora que no tuvo entonces”. Pero, ¿las habría tomado? Cada uno de nosotros, en su libre albedrio, pudiera escoger el camino de lo que percibimos sea la autorrealización, o podemos oír el llamado de Jesucristo a que nos neguemos a nosotros mismos, tomemos nuestra cruz, y lo sigamos. El negarse a sí mismo para las esposas y los esposos significa permanecer comprometido con su cónyuge aunque el matrimonio sea menos que ideal.
También debemos observar que el consejo del apóstol Pablo acerca del sujetarse no es exclusivamente para la esposa. El esposo también tiene la responsabilidad de sujetarse o someterse: “Someteos unos a otros en el temor de Dios” (Efesios 5:21). Ser desobedientes a esta palabra, es lo que llevaba a hombres y a las mujeres de culturas antiguas hacerse sensuales, adúlteras, adoradoras de los ídolos y cultos que incitaban a las prácticas sexuales, como la diosa Kali, y vivir lejos del compromiso del matrimonio. “Vuestro atavío no sea ostentoso, sino adornen el corazón, con un espíritu afable y apacible, que es de gran estima delante de Dios”. Vosotros esposos, también vivid con sus esposas, dando honor a la mujer como vaso más frágil y coherederas de la vida; para que vuestras oraciones no tengan estorbo.