Es muy común ver gente levantando las manos por diversos motivos. En un concierto de música:
o en juegos de fútbol:
En lo personal, como nunca fui fan de ningún cantante o actor, ni tampoco he sido aficionada a ningún deporte, tampoco tuve la costumbre de levantar mis manos para nada, excepto tal vez las ocasiones en que debía cubrirme de los golpes que recibí en mi niñez.
Las primeras veces que asistí a la iglesia, todo era nuevo, a veces extraño e intimidante, pero definitivamente emocionante. Cuando me animé a levantar mis manos a Dios por primera vez, fui consciente de que hacía algo que nunca había hecho; y en ese momento pude percibir claramente la libertad que Jesús me había dado.
Desde entonces, cada vez que levanto mis manos durante el tiempo de alabanza y adoración, no puedo dejar de sorprenderme de esa libertad, y la agradezco con todo mi corazón. Hay algo muy poderoso en ese simple acto de levantar las manos hacia el Cielo en agradecimiento por todo lo que Dios hace en mi vida. Lejos de sentirme avergonzada, me siento privilegiada de ser capaz de hacerlo, a sabiendas de que el Señor mismo extiende sus manos para tocar las mías. ¡Es maravilloso!
o en juegos de fútbol:
En lo personal, como nunca fui fan de ningún cantante o actor, ni tampoco he sido aficionada a ningún deporte, tampoco tuve la costumbre de levantar mis manos para nada, excepto tal vez las ocasiones en que debía cubrirme de los golpes que recibí en mi niñez.
Las primeras veces que asistí a la iglesia, todo era nuevo, a veces extraño e intimidante, pero definitivamente emocionante. Cuando me animé a levantar mis manos a Dios por primera vez, fui consciente de que hacía algo que nunca había hecho; y en ese momento pude percibir claramente la libertad que Jesús me había dado.
Desde entonces, cada vez que levanto mis manos durante el tiempo de alabanza y adoración, no puedo dejar de sorprenderme de esa libertad, y la agradezco con todo mi corazón. Hay algo muy poderoso en ese simple acto de levantar las manos hacia el Cielo en agradecimiento por todo lo que Dios hace en mi vida. Lejos de sentirme avergonzada, me siento privilegiada de ser capaz de hacerlo, a sabiendas de que el Señor mismo extiende sus manos para tocar las mías. ¡Es maravilloso!