El ser humano, en su afán de querer saber más, ha pecado una y otra vez. Los mejores ejemplos de esto son el de Adán y Eva, y el de los constructores de la Torre de Babel.
Entonces aquí cabe la pregunta... ¿es un riesgo querer aprender más? Y esto se me vino a la mente hoy al leer la Biblia:
Entonces, ¿cómo podemos conciliar estas dos cosas? ¿No fue por inquietud de saber más que Adán y Eva se permitieron hacer caso a la serpiente? ¿No fue por un afán de superación que los hombres intentaron construir esa torre tan alta?
Según estos versículos de Proverbios, aprende cosas nuevas el que se deja enseñar, el que se deja exhortar cuando anda por camino equivocado. Pero quien no acepta correcciones no aprende nada nuevo, porque no acepta que su camino va equivocado.
Tal vez la clave esté en respondernos a estas preguntas: ¿Quién enseña? ¿Quién aconseja? ¿Quién reprende? Y para mí la respuesta es obvia: es Dios quien enseña, nos aconseja, nos reprende, nos indica cuando vamos por el camino errado.
Pero ¿cómo sabemos que es Dios? ¿Nos hará escuchar su voz fuerte y potente "¡Vas maaaaal!"? ¿O será que escucharemos un suave murmullo en nuestro oído: "Hijo mío, escucha mi corrección..."
Sí, a veces escuchamos la voz de Dios en nuestro tiempo de intimidad con Él; sobre todo si nos quedamos un momento quietos y esperando en Él. Otras veces nos hará saber su instrucción, consejo, reprensión y/o corrección a través de alguna persona. Sin embargo, en este último caso, escucho, pero también me voy a la tercera forma en que el Señor me habla: por medio de Su Palabra escrita, las Santas Escrituras, la Biblia. Después de todo, ahí encuentro todas las respuestas que necesito.
Llego a la conclusión de que Dios nos dotó de una inquietud de conocer cosas nuevas y aprender y descubrir más. También creo que se agrada cuando somos dóciles para reconocer si nos estamos equivocando, o tenemos que modificar nuestro camino. Pero todo con un límite: Dios mismo. Nada que nos separe o enemiste de Él; nada que nos haga sentirnos más de lo que somos, ni que nos lleve a la independencia de Él, sino todo lo contrario.
Entonces aquí cabe la pregunta... ¿es un riesgo querer aprender más? Y esto se me vino a la mente hoy al leer la Biblia:
Según esto, no debemos dar por sentado que lo sabemos todo, y que ya no hay nada más que aprender.Proverbios 12:1, 15 escribió:El que ama la instrucción ama la sabiduría;
Mas el que aborrece la reprensión es ignorante.
El camino del necio es derecho en su opinión;
Mas el que obedece al consejo es sabio.
Entonces, ¿cómo podemos conciliar estas dos cosas? ¿No fue por inquietud de saber más que Adán y Eva se permitieron hacer caso a la serpiente? ¿No fue por un afán de superación que los hombres intentaron construir esa torre tan alta?
Según estos versículos de Proverbios, aprende cosas nuevas el que se deja enseñar, el que se deja exhortar cuando anda por camino equivocado. Pero quien no acepta correcciones no aprende nada nuevo, porque no acepta que su camino va equivocado.
Tal vez la clave esté en respondernos a estas preguntas: ¿Quién enseña? ¿Quién aconseja? ¿Quién reprende? Y para mí la respuesta es obvia: es Dios quien enseña, nos aconseja, nos reprende, nos indica cuando vamos por el camino errado.
Pero ¿cómo sabemos que es Dios? ¿Nos hará escuchar su voz fuerte y potente "¡Vas maaaaal!"? ¿O será que escucharemos un suave murmullo en nuestro oído: "Hijo mío, escucha mi corrección..."
Sí, a veces escuchamos la voz de Dios en nuestro tiempo de intimidad con Él; sobre todo si nos quedamos un momento quietos y esperando en Él. Otras veces nos hará saber su instrucción, consejo, reprensión y/o corrección a través de alguna persona. Sin embargo, en este último caso, escucho, pero también me voy a la tercera forma en que el Señor me habla: por medio de Su Palabra escrita, las Santas Escrituras, la Biblia. Después de todo, ahí encuentro todas las respuestas que necesito.
Llego a la conclusión de que Dios nos dotó de una inquietud de conocer cosas nuevas y aprender y descubrir más. También creo que se agrada cuando somos dóciles para reconocer si nos estamos equivocando, o tenemos que modificar nuestro camino. Pero todo con un límite: Dios mismo. Nada que nos separe o enemiste de Él; nada que nos haga sentirnos más de lo que somos, ni que nos lleve a la independencia de Él, sino todo lo contrario.
Sólo los insensatos no sienten temor de Jehová.Proverbios 1:7 escribió:El principio de la sabiduría es el temor de Jehová;
Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.