Como decía mi amá... Ni muy muy ni tan tan
Durante el tiempo que crié a mis hijos me regí bajo varias premisas; una de ellas era: Dios bendice la necesidad, pero no la necedad.
Cuando mi hija era una adolescente de primer grado de secundaria, la seguí llevando y trayendo de la Escuela; la gente me criticaba y me decía "¡Déjala que ande en camiones, ya está grande! ¡Cuando necesite andar sola no va a saber ni qué hacer!" Yo les respondía: "Pues no es retrasada mental. Ya tendrá tiempo de aprender a andar en camiones cuando haya necesidad; pero mientras yo pueda llevarla y traerla ¿para qué arriesgarla a tan temprana edad a andar en camiones, habiendo tantos peligros?" Recientemente se había sabido del chofer de un camión que había abusado de una niñita de sexto de primaria, cuando en el camión sólo quedaron ella y el chofer, y este hombre desvió su ruta para llevarla a un lugar apartado.
Cuando tuvimos que venirnos a Hermosillo, siendo ella una adolescente de quince años, por necesidad tuvo que andar en camiones, y por supuesto que aprendió.
Conforme mis hijos fueron creciendo, el Señor me ayudó a fortalecerme y servirles de chofer para llevarlos y traerlos a donde necesitaran ir; mientras que yo estuviera disponible y el carro estacionado afuera, yo dejaba lo que estaba haciendo y los llevaba. Y la gente seguía criticándome: "¡Déjalos, los vas a hacer unos inútiles!" Y yo les respondía: "No, mientras que yo pueda llevarlos y trerlos, ¿para qué arriesgarlos? Ya aprenderán cuando haya necesidad".
Y dicho y hecho. Cuando crecieron, me fue imposible llevarlos a todos a donde necesitaban, entonces deliberábamos a quién llevaría en el carro, y quiénes se irían en camión a sus respectivos lugares. Nunca batallaron para saber andar en camiones, y tampoco nunca tuve problemas para que comenzaran a andar en camiones. Nunca rezongaron porque no los pudiera llevar a alguna parte, cuando iba a andar ocupada llevando a otro de sus hermanos.
¿Y cuál fue la diferencia? Que para mí, el llevarlos y traerlos, protegiéndolos de peligros innecesarios, fue una demostración del amor de Cristo que moraba en mí hacia ellos; el Señor me permitió protegerlos de esa forma de tantos peligros que hay en las ciudades grandes. Y cuando hubo necesidad de soltarlos, el Señor bendijo también en esa necesidad de que anduvieran en camiones... hasta hoy.
Me interesaba que ellos aprendieran la diferencia, sobre todo cuando alguno de ellos, en la rebeldía de la juventud, clamaba por la libertad de andar en los camiones incluso de noche, y pudiendo yo llevarlo o traerlo. Se los explicaba de esta manera:
Imagina que salgo por la noche con uno de ustedes, y ando en la calle hasta altas horas de la noche sólo por diversión, y venimos llegando a la casa hasta las 2 de la mañana. ¿Eso es prudente? No.
Ahora imagina que a las 2 de la mañana se me enferma uno de ustedes, y sin carro, tengo que salir corriendo por la calle con el hijo en brazos, buscando ayuda o un taxi para llevarlo a urgencias.
Son dos situaciones iguales: una madre con su hijo a las 2 de la mañana en la calle. Pero en la primera situación la madre andaba en necedad. En la segunda situación la madre andaba en necesidad.
Entonces, Dios bendice la necesidad, pero no la necedad.
Sé que es extremadamente difícil definir la línea que separa la protección de la sobreprotección; uno de mis parámetros fue hacerme estas preguntas: ¿Está listo para aprender esto? ¿Cuál es el riesgo si no aprende pronto?